La ópera es, ciertamente, la más compleja de todas las artes escénicas, la forma artística que intenta reconciliar el mayor número posible de elementos capaces de contribuir a su producción. Así pues, cuanto más prolongada sea la cadena mayor es el riesgo de que los vínculos que unen unos elementos con otros puedan resultar demasiado débiles, razón por la cual la tradición operística está colmada de cientos de relatos legendarios sobre auténticas catástrofes, divertidas desde un punto de vista retrospectivo, aunque sobrecogedoras cuando (y si) realmente ocurrieron. Por supuesto, gran parte del atractivo de la ópera reside en que, como puede suceder con el funambulismo o en una carrera de coches, existe la permanente sensación de que en una actuación en directo siempre hay algo que puede ir mal.