Son cuatro, en realidad, los protagonistas de esta historia: el viejo y el mar, pero también el niño y el pez. El viejo es Santiago, un pescador de avanzada edad, que lleva ochenta y cuatro días sin conseguir ninguna pieza y que un buen día decide salir solo al mar; el mar son las aguas caribeñas del Gulf Stream, en la Habana; el niño es Manolín, a quien Santiago recuerda en su aventura, pues le enseñó a pescar desde que tenía cinco años y había seguido con él hasta hace poco, cuando sus padres le prohibieron seguir pescando con un viejo al que perseguía la mala suerte; y el pez es un enorme marlín, un pez vela similar al pez espada que llegará a picar el anzuelo del viejo no sin dar batalla antes de ser capturado definitivamente. Es en ese combate de fuerza y de voluntades con el pez, de proporciones míticas, que durará más de tres días, cuando Santiago recordará su vida pasada, los tiempos en que la suerte estaba de su lado y la pesca no le era esquiva. Luego, los tiburones, atraídos por la sangre del marlín, darán una nueva vuelta de tuerca al destino del viejo y a sus reflexiones sobre la adversidad, la persistencia de la esperanza y la frágil consistencia de los sueños.