La protagonista de esta novela debe travestirse en pícaro para sobrevivir: «Por esto y muchas otras razones que no digo, decidí cortarme el cabello que con esmero cuidaba mi madre, esparcirlo por el canal Las Perdices y salirme de casa para no volver más». Premunida de ingenio y navaja, huye de patrones déspotas y se entrega al placer y a la juerga, sortea riñas por apuestas y líos con damas corteses y chispeantes. Va de La Florida a La Granja, pasa por San Fernando, Valparaíso, Chihuío. Trabaja de jardinero, de peón. Halla un mundo y un consuelo en los volúmenes que otros desechan: «Entre desinfectantes y sacos de abono encontré un día grandes clásicos de toda índole». Es en el lenguaje de los clásicos del Siglo de Oro, actualizado al presente y a las precarias circunstancias, que este tarambana relata sus hazañas y da su particular testimonio de las décadas más álgidas y violentas de nuestra historia reciente.